La Pasión Turca de Antonio Gala:
"Porque cada vez que he venido a Estambul lo he querido de una manera diferente. La primera fue un amor inexperto, adolescente y voraz: mi despertar al cuerpo y al placer, con los ojos apretados, con una simple e ingenua cerrazón amorosa, sin saber ni su apellido, ni imaginar su alma, ignorándolo todo, ignorando hasta el porqué de esa pasión, sentida más que consentida.
La segunda vez lo amé como un eco de mi recuerdo de él, de mi rapto por él, de mi frenesí por la unidad que dentro de mí formábamos los dos. Yo había dejado de ser yo, y él a mis ojos, él. La satisfacción egoísta de mi primera entrega se apaciguó un poco en una comunión de la carne más generosa y más segura. El segundo sentimiento era más armonioso y mi conciencia abiertamente se anegaba en la suya, desaparecía mi voluntad en la suya sin defender su propia independencia.
En esta tercera esta ya había un dominador y un dominado.Lo vi desde el primer instante. A través del mostrador de la aduana lo vi. Yo iba a someterme libremente al sacrificio, aunque no sabía hasta que punto. Y tampoco sabía hasta que punto iba a usar mis defensas. Todo es instintivo: para que el amor dure, hay que acatar el instinto de muerte y de asesinato. El amor necesita, de cuando en cuando, renovar sus víctimas, no siempre es vital la sumisión ni hasta la médula.
El temor - el de perder al amante, o de ser agredido por él- es consustancial con el amor. El que domina con la dulzura sabe que ejerce un dominio fatal, y se confía y deja de temer, yo he observado como en la balanza se invierte la posición de los platillos. El que domina por la fuerza percibe, en lo más hondo, que necesita al dominado porque le da placer, y de un modo inconsciente se esclaviza al esclavo. Pero el esclavo, del mismo modo, percibe que puede ser dañado en lo más suyo en lo único que posee, y se previene por un instinto de supervivencia; un instinto que es amoroso también, porque sin supervivencia no hay amor... y así el amor se corrompe porque el placer lo inunda, lo vence y hace que se abandone casi disuelto en el; y el esclavo aparente, cuyo destino es satisfacer al otro cundo el otro lo pida, refrena, aprende a refrenar su propio deseo de placer, con lo que adquiere sobre el amo una enorme ventaja. (...)
Hoy, hoy mismo, no creo que sea el amor una creación común, ni un sentimiento objetivo que se alza ante nosotros, ni una razón que se imponga al otro para que nos ame como lo amamos, ni una realidad incuestionable frente a los equívocos de nuestros corazones... no; hoy no creo que el amor sea nada de eso, sino una pugna a muerte: a muerte sin indulto, porque pierdas o triunfes en esa lucha, mueres. Pero mueres de amor fuera de ti. (...)"